Rafael González, un veterano de 91 años que aún sigue jugando tenis de mesa

La Liga de Tenis de Mesa de Bogotá concentra jugadores de todas las edades, razón por la cual Rafael González, un veterano de 91 años de edad, práctica esta disciplina. Su vitalidad, esfuerzo y amor por el deporte son algunas de sus virtudes. Rafael no está resignado a terminar con su existencia. Es de los que piensa que mientras haya vida cada minuto hay que aprovecharla al máximo. Para este hombre, que ahora vive rodeado de niños y jóvenes, la edad no es obstáculo alguno y sin falta, los lunes, miércoles y, viernes, cumple su cita con el deporte que tanto lo apasiona. https://www.youtube.com/watch?v=ZTTdDuh5xKw “Un día entré aquí y pensé porque no juego de esto, jugué en una mesa que había en ese costado. Qué pena, me dieron calambres y cuanto dolor. Afortunadamente ya no me dan calambres ni nada. El organismo se acostumbra al ejercicio”, dijo Rafael. Sus movimientos son coordinados, nadie puede dudar de su gran técnica. Hay poder en su mano derecha, sabe atacar y defenderse cuando es necesario, pero tal vez lo que más sorprende después de verlo jugar son sus ganas y entrega. “Con el ejercicio come uno muy bien, duerme bien, se conserva lo mejor posible. Pero más que todo es por distracción porque cada día se seca uno más para leña”, manifestó González. Nunca tuvo un maestro que le enseñara. Rafael se declara abiertamente un jugador empírico. A su edad no le interesa ningún reconocimiento o hacer parte de alguna competencia, la satisfacción del veterano es dejar hasta la última gota de sudor mientras se divierte con su amigo Augusto Escobar. “Jugamos tres veces a la semana y es de admirar ese señor, por la edad que tiene, la vitalidad, los reflejos. Es un ejemplo perfecto de vida”, dijo Augusto, un amigo. A sus 91años Rafael demuestra que está aferrado a la vida. Su práctica, aunque es simplemente recreativa, la hace con todo su esfuerzo mientras juega. Cardiólogo de profesión, pero su corazón solo bombea una pasión. El tenis de mesa. Por: John Daza