El poder sanador del pogo
Nos sumergimos en el pogo no solo para bailar en este torbellino de cuerpos, sino también para comprender cuál es la belleza de este encuentro que no entiende de géneros y que se repite sin aviso en conciertos como el Festival Rock al Parque 2023.
Para personas más jóvenes e incluso mayores, ese vórtice de gente que brinca, corre, salta y bate con toda su fuerza su pelo, manos y piernas puede parecer violento a la distancia, pero el pogo tiene unas implicaciones más profundas que el mero movimiento del cuerpo; el pogo sana.
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El pogo se convirtió en un código en todos los conciertos en los que la música es rápida, estridente y potente; un ritual en el que el estrés, las tensiones y frustraciones se descargan y quienes danzan en él no tienen otro objetivo más que liberarse y hacer catarsis, en una relación entre cuerpo y música que él mismo pogo crea.
Se podría pensar que, al ser una práctica que sobre todo se da en contextos urbanos, el pogo no tiene una tradición; sin embargo, algunos estudios plantean el pogo como un espacio en el que adolescentes, jóvenes y adultos pueden transgredir su rutina; donde pueden ser y hacer todo lo que afuera no pueden ser ni hacer.
El pogo: más que un baile, una rebelión contra la rutina
Desde los primeros toques de bajo, batería y guitarra en los que los cuerpos empiezan a caminar en círculo, pasando por la descarga del coro y los solos que suben la potencia y el ritmo del ambiente creando una centrífuga de saltos, puños y patadas en la que salen y entran personas, hasta los últimos riffs en los que el cansancio, los torsos desnudos y los brazos arriba revelan el fin del baile, hay una práctica colectiva que se repite, una tradición.
Aunque ningún pogo es igual, en su forma, en su velocidad y en su fuerza, todos son rituales para quienes los viven.
De esta manera, se podría pensar que, desde el paso acompasado de la cumbia en el Magdalena hasta el zapateo del joropo en los Llanos Orientales, desde el lanzamiento de frutos en la Tomatina de Sutamarchán hasta la persecución de los matachines a los pecadores en la Semana Santa en el río Yurumanguí, cada territorio tiene prácticas tradicionales que no siempre responden a unos actos racionales, sino a la pulsión del cuerpo, la memoria de los ancestros y a tradiciones que adquieren un carácter de ritual por la conexión emocional y corporal donde la música cumple un papel fundamental.
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Pero, ¿cuál es el poder sanador del pogo? Mira este reportaje en el que un especialista y algunos asistentes te cuentan, en sus palabras, lo que significa el pogo para ellos.
Algunas personas nos contaron sobre sus momentos más memorables en el pogo, un rito en donde han nacido amores, cicatrices e historias memorables:
Relatos desde el pogo: amores e historias que marcan
Renata Morales, publicista
“En un concierto de la Mojiganga en Cali casi se cae el techo. Yo estaba en primera fila raspándome las rodillas con el escenario gritándole al trompetista lo rico que estaba, fue un toque ‘recerdo’. No sé si fue en Charlie Brown que tocó antes que la Mojiganga que un man cogió una puerta y la tiró al público y todos lo cargaron, y el man surfeaba sobre todo el mundo. Eso es lo más hermoso que he visto en un toque. En Cali es legendario”.
Omar Andrés, fotógrafo
“Una vez, una novia me dijo: ¿el pogo o yo? Y me metí el pogo. Cuando salí, ya no tenía novia”.
Alejandra Niño, diseñadora gráfica
“Una vez estaba en un pogo chiquito y me di en la frente con otro man y fue tan duro que sonó. Sonó como esos toros de cachos gruesos. Me salió tremendo chichón en la ceja”.
Jaime Gutiérrez, comunicador social
“Una vez me metí a uno y me mandaron de jeta contra una chica y ahí nos miramos; luego volví al pogo todo sonrojado y un man me metió una cachetada y yo me emputé y le metí un puño y le grite al man. Alguien me agarró el brazo… era la chica. Fuimos novios por poco más de un año”.
Tatiana Castillo Arévalo, artista textil
“Era un concierto de punk y yo tenía 17 años. En esa época yo no sé por qué hacían división de pogos de chicas y chicos por aparte. En el pogo de chicas, alguna lanzó un puño súper fuerte y me pegó en la nariz. Yo sentí el golpe durísimo. Paré, me toqué la nariz y sentí sangre en el labio. No pensé que fuera nada grave entonces fui al baño a lavarme. Entré y abrí la llave sin mirarme al espejo ni siquiera. Mientras me lavaba, una chica se quedó mirándome y me dijo: "Oye, tú tenías la nariz así?". Entonces me miré al espejo y vi que mi tabique estaba desviado hacia el lado derecho de mi cara…¡Me rompieron el tabique! Salí corriendo, ahora sí preocupada, a donde estaban mis amigos y mi novio de ese entonces. Cuando él me vió, se asustó mucho y salimos en un taxi para una clínica. Ahí me dijeron que era de cirugía, me programaron y tuve la única cirugía que he tenido en toda mi vida y me dejaron la nariz en su puesto de nuevo”.
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Miguel Rodríguez, músico
“Hace unos años estaba en un concierto tributo a Death y le pegué un codazo en la cara, sin querer, a un metalero. Al man no le importó, pero a la novia sí, y esa mujer me cogió a cachetadas mientras yo le decía que había sido sin culpa y que se calmara. Cuando los amigos y el novio se la llevaron, me echaron a mí porque pensaron que había insultado a la vieja. Me cachetearon tanto literal como figurativamente”.
Carlos Rosales, miembro de la agrupación Flying Bananas
“Recuerdo que asistí a un concierto de Ultrágeno en la Calleja –debió haber sido en el 98 o 99–. Yo veía videos de conciertos y veía cómo la gente se tiraba desde el escenario y los recibía la multitud. Yo, por supuesto, quería hacer lo mismo. El auditorio estaba a reventar. Me agarré de la pierna del bajista de Ultrágeno para subir al escenario. Era tanta la emoción que no me fijé en la gente que me iba a recibir. Corrí con todas mis fuerzas, salté y caí cual clavado en piscina de Melgar... La gente se abrió y me di un tiestazo ni el hijueputa”.
Juan Manuel Quintana - publicista
“En marzo 2016, fui a Asilo a una fiesta de punk. Los pogos estaban pesados, pero igual me metí en uno y no supe en qué momento alguien me empujó por la espalda, caí al piso y me tronché la pierna. Salí casi arrastrándome del pogo, sentía dolor, pero la borrachera me lo atenuaba…, Acompañé a la chica con la que estaba saliendo hasta su casa, me devolví a la fiesta, y no cogí para la mía o para la clínica sino que me fui con mis amigos al apartamento de uno de ellos. No pude casi dormir, y apenas me levanté fui a Urgencias porque ya no podía más del dolor. Resulta que por andar de valiente caminando, la rodilla cortó el cartílago y este estaba flotando libre por la pierna; me lo había autoamputado. Tuvieron que sacarme el cartílago radiante, hermoso, joven y con mucho futuro y me dejaron la otra mitad ahí. En este momento no puedo correr o saltar, pero no me arrepiento, si hubiera sido una fiesta de reguetón, la frustración hubiese sido mayor, pero al menos tuvo ese ambiente chévere”.
Andrés Triana - cantante y líder de African Soul
“En 2011 tocábamos en la Plaza de Bolívar para un evento del movimiento estudiantil. Ese día, una gran parte de la plaza se unió en un gran pogo. Desde ahí logré entender más a fondo que él pogo es casi como una terapia para expulsar esa rabia que cada uno tiene dentro, toda esa violencia se saca por medio de la música y el baile”.
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