Historia de la producción de vacunas en Colombia
Durante más de un siglo, Colombia fabricó vacunas y llegó a ser un importante actor a nivel mundial, pero dejó de hacerlo en 2002. Dos décadas después, estamos a punto de volver a producir y autoabastecernos en tres tipos de vacuna.
Luego del anuncio del Ministerio de Salud, en 2022, de que Colombia volvería a producir vacunas, tras 20 años de haber cerrado su planta, varios laboratorios han dado pasos hacia esa meta.
A inicios de este año, VaxThera inauguró un laboratorio en Medellín, en alianza con Sura, y espera tener lista su planta de vacunas a finales de este añ, en Rionegro, Antioquia. Por su parte, la administración distrital de Bogotá firmó un memorando de entendimiento con la Nación, en el cual seleccionó a Sinovac como socio para desarrollar el laboratorio BogotáBio. Con esta iniciativa se proyecta iniciar la fabricación de tres tipos de biológicos (Covid-19, varicela y hepatitis A) en un plazo de cinco años.
Este impulso por retomar la elaboración interna de vacunas es resultado de la necesidad que se evidenció durante la pandemia por Covid-19. En medio de esa calamidad global, el país tuvo que esperar meses de negociación con diversos laboratorios extranjeros y pagó más de 1.100 millones de dólares por 88,1 millones de dosis de sustancias inmunizadoras.
Hitos de los tiempos en que Colombia fabricó vacunas
La historia se remonta a la época de la Colonia cuando, a comienzos del siglo XIX, una epidemia de viruela azotaba el continente.
En ese momento, el método para inmunizar a la población consistió en pasar el pus de la vacuna de brazo a brazo, a través de niños traídos de Galicia que habían recibido el fluido en sus hombros.
Pero, según cuenta el periodista Carlos Daguer en el libro ‘Vigilantes de la salud. Un siglo de historia del Instituto Nacional de Salud’, el delicado método de lo que se llamó la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna y las guerras de independencia y civiles de la época, hicieron que se interrumpiera varias veces la transmisión de la vacuna.
Entonces, en 1897 el veterinario bogotano Jorge Lleras Parra creó el Parque de Vacunación, un laboratorio que produjo las primeras vacunas antivariólicas, desarrolladas a partir de la presencia del virus de la viruela en terneras. Sin embargo, existe una discrepancia en las fechas, pues según un informe de 1975 sobre producción y aplicación de vacunas en Colombia, del entonces Ministerio de Salud Pública, la vacuna contra la viruela se procesó en el país desde el año 1896.
La producción de vacunas en el país se fortaleció con la creación, en 1917, del Laboratorio Samper Martínez, por parte de los doctores Bernardo Samper Sordo y Jorge Martínez Santamaría. En ese centro de investigación, que nueve años después fue comprado por el Estado para evolucionar hasta convertirse en el actual Instituto Nacional de Salud (INS), se elaboraron vacunas contra la rabia, la fiebre tifoidea y paratifoidea A y B.
El 2 de enero de 1939 comenzó en el país la producción de la vacuna contra la fiebre amarilla, gracias a una alianza del Gobierno con la Fundación Rockefeller, lo que convirtió a Colombia en el tercer país del mundo en fabricar el producto. Este fue la base para preparar nuevos lotes que empezaron a aplicarse en 1945 y que llegaron a proteger a 24 países de América y África, luego de que, en 1942, otra vacuna tuviera que ser suspendida por provocar un brote de ictericia en las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, según narra Daguer en su libro.
Los problemas que llevaron al cierre de la planta de vacunas
En 1979, Colombia declaró la erradicación de la viruela. Para entonces, la fabricación nacional de productos biológicos se había diversificado, se producían más de 8 millones de dosis al año y la exportación de vacunas contra la rabia, la fiebre amarilla, la tuberculosis y el cólera llegaba a 20 países de Centroamérica, Suramérica, el Caribe y África, cuenta Daguer, a partir del informe de actividades del INS de 1978-1979.
Hacia los 60, la Organización Mundial de la Salud inició un proyecto de buenas prácticas de manufactura, que establecía los parámetros de producción de medicamentos. Colombia adoptó ese manual en 1995, pero su planta de producción de vacunas no cumplía los requisitos, sus equipos e instalaciones no habían sido modernizados, como reconoció Jorge Boshell Samper, director del INS entre 1998 y 2004, al periódico El Espectador. Entre tanto, la Organización Panamericana de la Salud creó un fondo rotatorio que aún hoy les permite a los países comprar vacunas y jeringas con precios y calidad garantizada.
Así empezó el declive de la fabricación de vacunas, hasta que, en 2002 se produjo la última vacuna en Colombia: la de la fiebre amarilla.
Ahora que el país reinicia la ruta de la fabricación de vacunas, Claudia Patricia Vaca, docente e investigadora de la Universidad Nacional, expuso en AHORA cuáles son las condiciones y compromisos que deben asumir el Estado y la academia para que Colombia logre la soberanía sanitaria.
Priorizar las vacunas en la estrategia de ciencia y tecnología, agilizar en el Congreso el proyecto de ley que busca fortalecer la formación de talento humano para este fin, garantizar los mecanismos de bioseguridad para los laboratorios, gestionar alianzas con otros países para intercambios comerciales, procurar que los laboratorios que produzcan vacunas lo hagan de manera complementaria, en lugar de elaborar los mismos biológicos y garantizar que los gobiernos van a adquirir las vacunas de producción nacional, independientemente de las iniciativas de competencia internacional que surjan, fueron algunas de las recomendaciones que dejó la experta.
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