Rock al Parque: una historia que inició en 1995
En tiempos de convulsiones políticas y desencantos sociales, la música siempre ha sido un refugio para los más jóvenes, y también para los más viejos. El contexto era el siguiente: violencia, drogas, corrupción y cambios. El rock se convirtió en un puente para revelarse, para protestar e ir en contra de la corriente.
Este género llegó a Colombia a través de algunas emisoras a finales de los años 60, generando un movimiento clandestino de toques y presentaciones de las primeras bandas de la ciudad.
"En algunos locales en Chapinero había un sitio llamado 'La bomba', donde se presentaban cada fin de semana agrupaciones que hacían covers de bandas inglesas y norteamericanas. En los años 80, la cosa creció en Medellín: apareció el punk y este se masificó en Bogotá", dice Carlos Fabián Rodríguez, realizador del espacio metal.co, un programa especializado en músicas extremas de Colombia.
En esta época, surgieron agrupaciones que alcanzaron reconocimiento entre el público, como Pasaporte, Compañía Ilimitada, Hora local, entre otras, que movieron las fibras rockeras y fortalecieron este ‘boom’ rockero.
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¡Se reactiva el rock!
En los 90, el género se consolidó tras dejar de sonar por un tiempo en las emisoras locales debido al narcotráfico. Con una población adolescente y adulta joven cada vez más inmersa en explorarlo, el rock adquirió una identidad capitalina.
Muchos ya vestían chaquetas de cuero, botas altas y jeans. El cabello se llevaba largo y despeinado, y, por supuesto, de color negro. Sin embargo, aunque crecía el número de rockeros, los espacios seguían siendo limitados, las bandas locales tenían poco o ningún apoyo, y no había el reconocimiento debido. Al inicio de esta década, el país dio un giro inesperado: la Constitución del 91.
"Aparece por primera vez el reconocimiento al arte como un derecho y a los jóvenes como una población objeto de políticas. Aquí se transforman las entidades públicas que tienen como propósito la formulación de políticas para el fomento a la cultura y se abren nuevos espacios para este público", dice Bertha Quintero Medina, antropóloga, gestora cultural y conocida también como la ‘mamá de Rock al Parque’.
Ante esta necesidad juvenil, los eventos se realizaban en la Media Torta y luego se trasladaron a la sala Oriol Rangel del Planetario de Bogotá. Aun así, seguía siendo muy pequeño el escenario y fue evidente la sed de música en vivo de más y más personas en la capital.
Fue entonces cuando Mario Duarte, actor y músico colombiano, Julio Correal, productor musical, y Bertha Quintero decidieron dar un paso más por el género: llevarlo a un escenario más grande.
Rockeando a lo bogotano
"¡Qué chimba Rock Al Parque! ¿Sí o qué?", gritó con agitación, en medio de varios artistas, Andrea Echeverri, compositora y vocalista de Los Aterciopelados, en la clausura del primer Festival de Rock Al Parque que se llevó a cabo en 1995, en el que, según documenta el libro de Eduardo Arias y Karl Troller, "Rock al parque: 25 años de orgullo estridente", asistieron 43 bandas colombianas y dos invitados internacionales.
Entre estas, Los Aterciopelados, La Derecha, 1280 Almas, Morfonia y Catedral de Colombia, Fobia de México y Seguridad Social, de España.
Así empieza esta historia.
A partir de este año, Rock al Parque se consolidó como un evento cultural imperdible para la ciudad.
Más adelante comenzaron las convocatorias distritales, se expandió su reconocimiento a nivel internacional y también creció el negocio. Porque, si hay algo que destacar de Rock al Parque, es que es un festival creado por y para las bandas bogotanas, para darles un espacio de visibilidad, de esparcimiento, de alcance y satisfacción. Pero, además, se le dio campo a la industria, a productores, sonidistas, montajistas y más, que profesionalizaron el show.
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Más allá de la pandemia
Incluso en tiempos de pandemia, Rock al Parque no se detuvo. Mientras otros festivales tuvieron que suspenderse, este gigante colombiano llevó una porción de su esencia a los hogares de miles de colombianos de manera virtual, demostrando una vez más su capacidad de reinventarse.
La diversidad como estandarte
Rock al Parque es un crisol de géneros, desde el rock más contundente hasta los ritmos autóctonos colombianos y del mundo. Ha sido escenario de la cumbia, el dub y mucho más. Esta amalgama musical lo equipara a festivales como Oppikoppi, en Sudáfrica, conocido por sus sonidos autóctonos.
¡Rock al Parque también resiste!
Son casi tres décadas de resistencia, en las que Rock Al Parque se ha transformado por fuera y por dentro.
Estos cambios, como la mayoría de las cosas que cambian, han generado crisis dentro del público que año tras año espera ansioso su programación.
Una tarea difícil y retadora, que obliga a los organizadores a cuestionarse sobre quiénes merecen pisar una tarima que se entiende honorífica y que, además, necesita comprender las sonoridades que surgen en un país tan diverso musicalmente como Colombia.
Y como bien lo mencionan Arias y Troller en su recuento de los 25 años, la escena rock en Colombia no sería la misma sin dos álbumes que surgieron en el 95: ‘El Dorado’, de Los Aterciopelados, y ‘La tierra del olvido’, de Carlos Vives.
"Ya revivirán los expertos y los puristas diciendo que Carlos Vives no es rock. Pero Carlos Vives, sin ser rock, le dio estatus y reconocimiento a la música colombiana en un momento en el que el rock colombiano comenzaba a mirar más las raíces de lo nacional y a no preocuparse tanto por lo que sucedía en Argentina, EE. UU o Gran Bretaña", se consigna en ‘Rock al parque: 25 años de orgullo estridente’.
Y sí, el rock en Colombia ha tenido influencias de muchas sonoridades más ‘folclóricas’, si podemos llamarlas así, y de esa misma manera, Rock Al Parque ha incorporado en su cartel a artistas de todas las regiones y de diferentes orígenes que les han dado una diversidad interesante y propia al festival que cada año da de qué hablar sobre uno que otro artista.
La resistencia también viene de la única vez que se intentó silenciar para siempre el festival.
En 1998, la administración de turno pensó que estos recursos serían mejor invertidos en otros proyectos para la ciudad. ¿Qué pasó? Una ola de ciudadanos se lanzó a las calles a recoger firmas para rechazar esta idea y con más de 40.000 lo lograron. No se atrevieron a tocarlo nunca más. La gente mandó un mensaje inequívoco.
Han pasado 28 años. Van 27 ediciones (sin contar la pandemia) y Rock Al Parque sigue siendo el concierto más representativo de Bogotá.
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Se puede decir que el alma de toda una ciudad se escucha allí: ruge, grita, canta y vive. Ha sido la primera vez de muchas personas mirando su banda favorita, gratis, dando su primer beso, yendo a su primer concierto. Ha sido la primera vez de muchos grandes y pequeños artistas ante miles de personas.
De pogos, taches y plataformas; guitarras, baterías y guturales, hasta las florecitas rockeras, cumbieras y metaleras, es un orgullo para toda una ciudad y todo un país que Rock al Parque siga haciendo historia.
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