Los soldados que reforestan el Páramo de Chingaza
Vie, 20/09/2019 - 10:53
En la principal vía de entrada a la mayor fuente de agua de la capital de Colombia se erige una enorme estructura fantasma de chimeneas, corredores y muros grises, que se quedó detenida en el tiempo hace por lo menos 20 años, a las afueras del municipio de La Calera. Era la fábrica La Siberia de Cementos Samper, donde se produjo la mayor cantidad del material que se utilizó para la construcción de Bogotá entre los años 20 y 90 del siglo pasado.
Esta industria extrajo durante décadas la piedra caliza que se daba naturalmente en el Páramo de Chingaza. La explotación de este mineral más los movimientos de grupos armados por las cumbres paramunas en los años más crudos del conflicto armado colombiano degradaron alrededor de 1.400 hectáreas del Páramo que abastece el 80% de agua de Bogotá. Según datos de la Alcaldía de Bogotá, Chingaza produce doce metros cúbicos de agua por segundo para la ciudad.
Debido a esta afectación, y conociendo los corredores por donde perseguían años atrás a la guerrilla de las Farc en el santuario natural, el Ejército Nacional decidió poner en marcha el Plan Artemisa, una estrategia enfocada en el cuidado del medio ambiente que busca reparar los daños causados al Páramo tanto por el conflicto como por años de minería. En este marco, promovieron junto con Parques Nacionales Naturales la siembra de 400 frailejones de la especie Espeletia killipii.
La Agencia Anadolu estuvo presente en el lanzamiento del piloto de este proyecto, donde los soldados a cargo del proceso dieron a conocer cómo fue la siembra de los frailejones, desde la germinación de las semillas hasta el cuidado del crecimiento de las poblaciones primerizas en los invernaderos, que tardó cerca de dos años para poder efectuar las primeras siembras en campo.
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Según cuenta el coronel Óscar Iván Ocampo Giraldo, comandante del Grupo Mecanizado No. 10 Tequendama, “este proyecto del cuidado del frailejón nace hace aproximadamente tres años, en el 2016, en una coordinación entre Parques Nacionales y el Ejército Nacional del cuidado del medio ambiente aquí en los páramos que rodean el departamento de Cundinamarca”.
Aunque el proyecto piloto se ejecutó en Chingaza, los primeros pasos de esta estrategia se dieron en el Páramo de Sumapaz, el más grande del mundo, que comprende la localidad 20 de Bogotá y gran parte de los municipios de Cundinamarca y el norte del departamento del Meta.
“Es un proyecto pionero, no lo habíamos hecho, inicia con el Parque Nacional Páramo de Sumapaz, de allá lo traemos al Parque Chingaza y la idea es ir multiplicando ese conocimiento”, explica el coronel Ocampo.
Uno de los militares que siguió desde el comienzo el plan de reforestación fue el cabo Andrés Felipe Martínez: “Este vivero empezó en el año 2017, como promesa al pionero, que fue el Batallón de Alta Montaña y debido a esta situación, todos los batallones quedaron con este compromiso frente a las políticas ambientales que se lanzaron en el Ejército”, sostiene.
Actualmente “todas las entidades ambientales como la CAR, Jardín Botánico, Parques Nacionales, están involucradas en la capacitación de ese personal y certificándolos como gestores ambientales”, señala Martínez.
Un proceso lento
El piloto del Plan Artemisa es guiado y acompañado por profesionales especializados de Parques Nacionales Naturales. César Delgado, uno de estos asesores del proyecto, cuenta que este ha sido “un trabajo netamente manual, artesanal, por parte de los soldados que nos están apoyando, quienes van directamente a las poblaciones sanas de frailejón, muchas de las que se encuentran cerca de la Laguna de Chingaza y en otros sectores del Parque”.
Al identificar las especies que se dan en el Páramo e identificar su fenología, es decir sus características particulares, los soldados extraen las semillas de las flores, revisan una a una para detectar picadas de insectos, cuáles sirven y cuáles no, y seleccionar las que se van a sembrar, explica Delgado. Las semillas crecen en un cuarto de incubación donde las plántulas alcanzan un tamaño de de 3 a 5 cm.
Después de esto, se trasladan a unas camas más amplias en los invernaderos, de donde pueden tardar hasta dos años en crecer. “¿Por qué los sacamos tan tarde, tan lejos? Primero, el crecimiento es muy, muy lento. Los frailejones tuvieron dos años desde que salieron de la semilla hasta que están de este tamaño -señala las plantas-: unos 20, 25 cm., para poder salir al campo. Y segundo, entre más tarde los saquemos, mejor vamos a asegurar la supervivencia de las planticas. Es un pilotaje en principio, porque es la primera cohorte de frailejones maduros que salen de acá”, asegura el profesional.
Según el cabo Martínez, “esta iniciativa nació frente a un soldado que tuvo esa certeza de involucrarse con el medio ambiente. No habíamos pensado en el momento que la parte del conflicto armado atacara también la parte del medio ambiente. Entonces, a raíz del proceso de paz, se inició con esta política. Actualmente el 10% de los soldados que son incorporados para prestar su servicio militar se involucra en la parte ambiental”.
Las huellas del conflicto y la minería
En el Páramo de Chingaza, hay “actualmente más o menos unas 1.400 hectáreas que se consideran degradadas, por diferentes factores”, indica César Delgado.
El impacto más evidente, explica el investigador, es la minería: “alrededor del Parque se hacía mucha minería de piedra caliza, que alimentaba la planta de Cementos Samper, entre los años 50 y 80. Esta minería tuvo un efecto radial muy fuerte, polvillo que afectaba los suelos y en las zonas propiamente de las minas, la remoción absoluta del suelo”.
También “hay muchas hectáreas que fueron afectadas sobre todo por ganadería. Actualmente con acuerdos con los pobladores y diferentes estrategias hemos logrado que las vacas bajen del parque, pero ahí está el potrero, entonces es un área degradada que tenemos que pasar a trabajar”, señala Delgado.
Entre las zonas escogidas para realizar el piloto de restauración con frailejones, el Ejército seleccionó unos puntos que habían sido corredores de la guerrilla de las Farc en los años noventa. El coronel Ocampo señala que allí se movían las tropas de alias ‘Romaña’ y que al ocupar nuevamente estos terrenos, hicieron remoción de basura y restos de los campamentos. Todavía es posible hallar restos de botellas de vidrio o cremalleras.
“Durante la guerra que estuvimos viviendo, nos tocó ocupar los corredores de movilidad que ellos tenían, sacarlos de aquí y ocupar estos sitios donde anteriormente no estábamos. A raíz de eso se presenta el daño al medio ambiente. Por eso el Ejército Nacional, para encauzar y mejorar el daño que se hizo, cuenta con varios batallones que están en la alta montaña y están encargados del cuidado del medio ambiente”, afirma Ocampo.
Según el coronel, este Plan Artemisa se está ejecutando en todos los páramos de Colombia. “Somos pioneros, tenemos la experiencia y la intención es continuar multiplicando, llevar esa información y esta mano de obra que tenemos, estos muchachos que han venido con cariño haciéndolo y llevarlo a esos departamentos”.
Aunque comenzaron con 400 frailejones, la meta en Chingaza es “sembrar más de cien mil plantas nativas de páramo” en los próximos años, afirma el cabo Martínez, además de una labor pedagógica: promover el cuidado del medio ambiente entre la comunidad de los municipios y “enfatizar mucho en la importancia que tiene actualmente el Páramo de Chingaza como fuente hídrica para lo que es Bogotá y sus alrededores".
Además de Chingaza, el proyecto conjunto entre el Ejército y Parques Nacionales también se está ejecutando en los Páramos de Sumapaz y el Cocuy, indica César Delgado, “entonces la idea es que logremos también articular con Ejército Nacional estos pilotos que están haciendo en otros parques”.
El profesional opina que “ellos tienen una visión muy interesante y que nosotros compartimos y es no solo [llegar a] las áreas naturales protegidas, sino otras áreas que no son páramos protegidos, donde realmente vale la pena meterle unos recursos muy importantes para la restauración de estos ecosistemas que no tienen ninguna figura de protección actualmente, más allá de ser declarados un páramo”.
Por: Natalia Torres Hernández
Anadolu.
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