La Fundación Lázaro, un espacio donde los abuelos se sienten útiles y felices

En el barrio Sierra Morena, ubicado en la localidad de Ciudad Bolívar, más de cien abuelitos han encontrado un rincón para divertirse, compartir y tener un plato de comida. 

Se trata de la Fundación Lázaro, el segundo hogar de estos adultos mayores, donde son atendidos por voluntarios que día a día trabajan por su bienestar y calidad de vida. 

Una de los beneficiarios de este lugar es Belarmina Porras quien, acompañada de su hijo Wilson, visita este centro con la ilusión de aprender cosas nuevas junto a otros abuelos y personas en condición de discapacidad. Wilson tiene 27 años y nació con Síndrome de Down. “Nos ponen a pintar y hacer ejercicio. A mí me fascina eso”, cuenta doña Berlamina. 

Un día normal en la Fundación Lázaro comienza con un buen desayuno,  lo que les da energía a todos para que continúen con sus actividades lúdicas, recreativas y deportivas.

“Uno viene a hacer ejercicio, dibujar y estar riendo con los compañeros”, explica Luz Marina Linares, otra de los asistentes al hogar.

En este lugar se da rienda suelta a la imaginación. Allí, los adultos mayores crean diferentes manualidades, como ropa tejida, bordados y trajes típicos hechos con materiales reciclables, como las bolsas donde se empaca la harina para el pan. 

En este momento también están trabajando en una huerta, donde piensan sembrar sus propios alimentos. José Ruiz, director de proyectos productivos de Carabineros Zona Sur, está trabajando de la mano con los abuelitos para materializar esta idea. “Lo que vamos a sembrar acá es lechuga, zanahoria, cebolla y hortalizas”, comenta. 

Luz Marina Muñoz es la directora de la Fundación Lázaro. Ella, junto a un grupo de voluntarios, trabaja sin descanso para ofrecerle a esta población una mejor calidad de vida. “Las actividades  que aquí realizamos son acompañamiento y servicio con alimento incluido”, detalla.

Muñoz añade que este servicio gratuito que presta es respaldado por los buenos corazones que se unen a esta causa, como María Inés Romero, voluntaria de la fundación encargada de cocinar ocasionalmente para los beneficiarios de este proyecto. “Con mucho amor y mucho cariño les dono un día en la semana para colaborar en la preparación de los alimentos”, dice Romero.

Quienes trabajan con esta población son personas ejemplares que, según los abuelos, dan amor sin obtener nada a cambio. Ellos esperan recibir apoyo de las entidades distritales y locales para su sostenimiento.