Carnaval de la alegría, una idea con esencia popular indeleble
A lo largo de sus 35 años de historia, el Festival Artístico Internacional invasión de Cultura Popular - FAICP, ha logrado consolidar un proceso fruto de la iniciativa popular y trascender en la historia de las artes en la capital colombiana, hasta posicionarse como el festival de arte popular más grande del país, ¿cómo lo lograron?
El FAICP nació en 1988 como una gran invasión de cultura popular en Bosa, una localidad de la periferia de Bogotá, que históricamente ha recibido comunidad vulnerable de todo el país, de las zonas rurales y demás población desarraigada. Sus organizadores se enfrentaban a una visión que no fue nada fácil de materializar, se trataba de cambiar radicalmente la narración de vida que tenían destinada estas personas que vivían el día a día en clave de supervivencia.
“Los inicios fueron complejos: tratar de convencer a comunidades que, en su día a día, buscaban acceder a un terreno para sobrevivir, tener servicios públicos básicos, educarse, e incluso conseguir cocinol (un combustible económico para alimentar las estufas para preparara los alimentos en los barrios populares), de llevarlos a asistir a obras de teatro y que se acercaran a espacios artísticos, no fue fácil…”, cuenta Katherine Silva, actual directora del festival.
Hace 35 años lograban con mucho esfuerzo concretar una semana de programación, anunciando su llegada al barrio con tambores hasta que un vecino gritó “¡Hey, hey, nos están invadiendo!”, lo que más tarde inspiraría ese carácter de itinerancia popular, en una época en donde la “invasión” era el medio para que muchos habitantes del sur de Bogotá lograran poseer un pedazo de tierra para asentarse con su familia en medio de la selva de concreto que los recibía.
Esta era una invasión hecha de cultura, nacida de la necesidad de arte y cultura en las comunidades vulnerables. “Una persona de un barrio como Bosa que era el epicentro del carnaval no tenía la posibilidad en 1988 de tener acceso a espacios de actividad cultural como hoy”, agregó Katherine.
Conoce algunos datos curiosos de la localidad de Bosa en esta infografía:
La Fundación Chiminigagua organizó una semana de festival con el sueño de llevar las artes a las comunidades, un ejercicio complejo ya que muchas personas tenían prejuicios alrededor de la cultura como que la rodeaban los vicios y el delito. Sin embargo, año a año este ejercicio de transformación cultural y social ha logrado que la comunidad haya abrazado el evento, hasta transformarse en una actividad del barrio y de la ciudad, convirtiéndolo en un evento metropolitano, declarado Patrimonio Cultural Vivo de la Nación, de acuerdo a lo establecido en la Ley 1040 de 2006.
Hace treinta años no contaban con recursos de ninguna índole, ni técnicos, ni de producción, ni de locaciones, solo contaban con una sala de teatro en Bosa, hoy este festival llega a los escenarios emblemáticos de la ciudad, conectando una red poderosa de artistas populares y comunidades que se han unido para hacer real cada nueva idea e iniciativa que pretende mantener el fuego comunitario encendido en torno a las artes y la diversidad.
El crecimiento de la programación ha sido exponencial, primero se trataba de algunos grupos amigos de la fundación, luego de una representación nutrida de la actividad artística popular de toda la ciudad, hasta registrar 350 funciones de compañías provenientes de 35 países, en 35 salas de toda la ciudad.
Con más de 30 años de mutaciones artísticas, lo único que ha permanecido igual desde 1988 es la gratuidad en el acceso del público a la programación, esto con el objetivo de tener contacto directo con la cultura y el arte, elementos que sus organizadores consideran deben ser derechos para los ciudadanos.
“El pago de una boleta no debe ser un tropiezo para que esto suceda, no debe alterar la calidad de los espectáculos a los que la comunidad tiene acceso. El mensaje de esperanza siempre va acompañado con lo mejor de las artes escénicas del mundo con destino a todos los rincones de Bogotá”, comenta Silva.
El Carnaval fue una apuesta, “una auténtica locura”, pero gracias a que algunos creyeron que era posible, hoy es una realidad, el festival de cultura popular más grande del país que, en sus inicios, solo tenía teatro, ahora tiene danza, música, títeres y narración oral. Además cuenta con dos componentes: el componente artístico con coproducciones que se realizan entre grupos locales e internacionales y el componente académico conformado por seminarios, foros, coloquios y charlas.
Conoce cómo el festival permite a los más pequeños encontrar un espacio para enfrentar sus miedos y convertirse en artistas:
En Bosa, como en los otros escenarios del Carnaval, con el paso de los años el público ha gozado de verdaderas fiestas con artistas de la talla del legendario Darío Gómez, Galy Galiano, Arelys Henao, Jessi Uribe, Jorge Celedón, Doctor Krápula, Pipe Bueno, Jhonny Rivera, Yeison Jiménez, Paola Jara, Los Rayos de México, entre muchos otros.
La movida teatral también ha contado con la presencia de sus propios íconos, tal es el caso de la maestra Fanny Mickey que hizo presencia en este gran festival con con uno de sus mejores espectáculos ‘Tango de Arreboles’ que, en tiempos en los que su salud ya sufría los quebrantos propios de una vida entera dedicada a la gestión y a las artes, bajó de su carro erguida con su bastón y al pararse en el escenario, se transformó en una fuerza de la naturaleza: una leyenda viva, una artista sin igual, en tacones, lista para ejecutar una muestra de una hora bailando tango con más de 60 años.
Este festival da testimonio de la transformación del teatro en la capital, personajes como Enrique Buenaventura; Santiago García, del Teatro La Candelaria; Tino Fernández, de L´explose; Fabio Rubiano, con el Teatro Petra; Johan Velandia, de la Corporación de Teatro, y Alejandra Borrero, con Casa Ensamble, han hecho parte de este festival.
Aunque su comité organizador hoy puede dar fe de los logros alcanzados, son conscientes de la ardua e importante tarea que tienen por delante en la formación de públicos, es decir, de poner al alcance de comunidades que no poseen recursos, el acceso a espectáculos de primer nivel con lo mejor de las artes escénicas de todo el mundo.
Se cuenta, entre aquellas historias curiosas que, mientras otros festivales hospedan a invitados internacionales en los mejores hoteles del centro y Chapinero, el Carnaval de la Alegría los hospeda en Bosa, en un hotel que se construyó para el festival pensado para recibir a los invitados manteniendo siempre la esencia popular, cercana y familiar de su evento.
Es el caso de “Testa” del único fakir que queda en el mundo proveniente de la Murcia, España, un famoso participante de los realities de talento de Europa y que también fue invitado al Festival Internacional del humor, pidió ser trasladado al hotel en Bosa, porque prefería la calidez humana de su gente, así como el negocio de jugos de frutas en el que se deleitaba, ya que en sus viajes por el mundo esto es algo imposible de lograr.
Muchos de los artistas internacionales aman jugar tejo y la comida criolla de los puestos y restaurantes del barrio por lo que la comunidad también se ve beneficiada no solo por los visitantes extranjeros sino por todos los que vienen al barrio Bosa Laureles a disfrutar del festival.
Paso a paso y sueño a sueño, los 35 años de este evento representan un trabajo de inclusión de la cultura popular en las calles, fortaleciendo así el tejido social en una zona aún estigmatizada de la ciudad en donde se vive la desigualdad social, pero que también canta, vive, crea y crece al compás de las artes que unen a Bogotá.
Conoce algunas cifras sobre el despliegue el Festival Artístico Internacional invasión de Cultura Popular para este 2023.
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